Es problemático entrar a definir hasta qué punto una película muestra violencia o intenta inducir a ella, pero lo es más entrar a afirmar si realmente el cine y los medios pueden generar comportamientos violentos. Este debate, muy polémico en la década de 1960 y 1970 sigue generando posiciones encontradas al respecto. Si hay algo seguro, es que no puede reducirse a la eliminación de historias que hablen de villanos o que narren la violencia de algún contexto específico. Todo recae en cómo se dan estas representaciones audiovisuales, en la responsabilidad del realizador, y la influencia que estas puedan tener en cada uno de los espectadores.
Mucho se ha dicho en cuanto al tema, los estudios científicos no se ponen de acuerdo. Por un lado, están quienes afirman que los medios sí pueden inducir a las personas a tener comportamientos agresivos. La revista Psychology Today afirma que sí tienen una influencia en los niños, y a través de un estudio que hicieron con un grupo de menores a los que colocaron escenas de películas con armas, concluyeron que nada más la presencia de una pistola o alguien golpeando objetos podía hacer que jugaran de forma agresiva o sintieran curiosidad ante ellas.
A pesar de esto, no es lo mismo la influencia que puede tener en un niño que está en plena formación, a un joven o un adulto. El diario The Telegraph difundió un estudio, según el cual ver este tipo de películas sí hace a las personas más violentas, pero solo cuando ya tienen tendencias hacia comportamientos agresivos.
He ahí la cuestión principal para darle respuesta a este debate. La violencia en los medios, por sí sola, no genera comportamientos agresivos. De hecho, The Daily Mail también difundió un estudio de un grupo de psiquiatras de la Universidad Stetson en DeLand, Florida; que afirman que no existe correlación alguna entre observar imágenes violentas en los medios y los comportamientos agresivos de los jóvenes. De hecho, las tasas de crímenes han disminuido, a pesar del aumento de películas con signos de violencia.
La realidad es que una película, una imagen o un video no hace a las personas más violentas. Como bien lo afirma Jerónimo Rivera, docente investigador, no se puede entregar una culpa a los medios de comunicación que le puede corresponder más al estado o a las instituciones educativas.
Si una persona ve una película sobre el suicidio, y después se suicida, no puede inferirse que la película lo llevó al suicidio, sino que quizás vivió en un contexto específico que lo empujó a tomar tal decisión. Es el caso de la polémica serie Thirteen reasons why, donde los padres de una niña que cometió suicidio tras ver la serie culparon a Netflix por el suceso de su hija. Vale la pena preguntarse, ¿era ella una persona feliz, que apenas vio a Hannah suicidarse, decidió hacer lo mismo? Seguramente no. Por toda la polémica, Netflix eliminó la escena del suicidio. Pero el debate va mucho más allá de mostrar algo o no.
Los medios pueden funcionar como catalizadores pero no son responsables completamente. Pensando en la masacre que hicieron en un cine en Estados Unidos en la proyección de una de las películas de Batman hace unos años, no es posible afirmar que la culpa la tiene la película. La persona que realizó esta masacre tenía desórdenes mentales. Al verla, quizás le funcionó como catalizador, le dio una idea para realizar la matanza, pero no es la película en sí a la que hay que culpar. ¿Por qué más bien no se revisan las regulaciones del estado, su preocupación por las enfermedades mentales, el control y uso de armas? Seguramente allí habrá más respuestas que culpando a una película de ficción.
Lo mismo sucedió hace varios años cuando se responsabilizó a Marilyn Manson por la masacre de Columbine. Como él afirmó, era más sencillo culparlo a él por su forma de ser, de vestirse, y su música. Pero ¿acaso iba a tener él más influencia que el presidente, o que la forma en que los medios de comunicación generan campañas publicitarias mucho más perjudiciales en cuanto a mensaje se refiere, que su música?
Ahora bien, los medios tampoco son libres de toda responsabilidad. Es necesario realizar una revisión de cada caso. Hay películas donde la representación audiovisual es tratada de forma irresponsable. No se trata solo de qué se muestra, sino de cómo se muestra y en qué manera es retratada la violencia.
Tal es el caso si comparan dos películas: Natural Born Killers (Oliver Stone, 1994) y Funny Games (Michael Haneke, 1997). Según Manuel Garrido Lora, profesor de comunicación de la Universidad de Sevilla, la primera película pretende hacer una excusa de la violencia, pero se muestra de una forma tan seductora y divertida, que llega a ser una apología de ella. En cambio, la película de Haneke es más cuidadosa: desarrolla la historia desde el punto de vista de las víctimas, y su intención es generar una reflexión ética.
Sea en una película, una serie; y cualquiera que sea su género, los realizadores deben tener cuidado con sus mensajes, y el estado adueñarse de la responsabilidad que tiene en la disminución de la violencia. De nada sirve callar a los medios cuando la violencia en las calles suena más fuerte.
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